COMPLEJA Y APASIONADO

Hace muchos años fui un camaleón que dejó de comer hierbas y raíces por chupachuses de sandía. Era yo, y a veces otros, pues creía que
el mundo era un peligro para mí, hasta que una cebra me aleccionó acerca de esto:

- ¿Te gustaría verme ocultando mis rayas en el barro y viviendo como los demás sin ser yo? -

- Claro que no -.

- Pues come lo que te plazca y sé feliz. ¡Sé tú! ¡Cuántas veces tendré que decírtelo! -

También fui el complemento más caro de una nueva boutique en rebajas, expuesto sobre un maniquí de tez paliducha. Una tarde, justo después de que el negocio cerrara sus puertas, el maniquí me susurró:

- Idiota... Tu precio es el más alto de todos, pero pronto llegará una cartera para la que sólo serás calderilla -.

Me figuré que tendría suerte y que pasaría a ser propiedad de un joven atractivo, y aunque algo de eso hubo, acabé de trapo para el polvo. En seguida acabé en la basura, y allí me encontré con otra prenda que me dió abrigo durante un tiempo, el suficiente para entender que lo mejor era reciclarme, solo.

Fui perseguido por una extraña sombra de humo que inmortalizaba mis pasos. Se ocultaba tras una media luna histriónica para que no la descubriera y allí, desde la cara oculta, me sacaba fotos y escribía rimas con el fin de apoderarse de mi suerte, de mi identidad.

Me llevé el Premio al Peor Antagonista, el mejor que la ambigüedad podía echarse a la cara. Pensé con rabia "¡Enhorabuena! Lo has conseguido. Gratis, para ti. Pero sólo por esta vez, tenlo claro".

Una vez sincronicé con el universo. En aquel instante experimenté lo más grande en miniatura, como la mujer que escucha el primer llanto de su recién nacido, o como a quien le dicen "Has superado tu cáncer"; igual que un suertudo al que le toca el bote récord del €uromillones.
Porque en una próxima vida volvería a dar los mismos pasos que hasta hoy si me asegurasen que nos encontraríamos de nuevo. Y así, con alegrías, miedos, sueños y contradicciones, estamos sembrando juntos nuestras vidas.

He sido muchas cosas en estos casi veinticinco años de vida, tantas como para ser consciente de que cada vez la vida es más compleja, y yo, más apasionado.


Francisco Cesteros — Valladolid, 23 de febrero de 2010.