TÚ Y YO

Abro los ojos y sigues ahí. Estás plácidamente entre mis piernas. Disfruto viendo cómo te desperezas poco a poco mientras me miras
con gesto de gratitud. Creo que los dos hemos estado muy cómodos.

Cuando ya estás fuera del sofá, yo me levanto y me dirijo al baño para darme una ducha. Al salir de él, envuelto en una toalla, descubro
tu mirada atenta. Me apoyo contra una de las paredes del pasillo y te miro extrañado, preguntándome qué es lo que puede estar rondando por tu cabeza.

En realidad, yo no estoy acostumbrado a hacer esto. Tú sí, según tengo entendido, por eso no comprendo que permanezcas tan expectante. No dejas de observarme, y yo sigo sin mediar palabra. Con lo guerrero que suelo encontrarte siempre...

Decido acercarme a ti despacio y acariciarte, hasta te beso tiernamente, igual que antes. A pesar de esta rara situación agradezco
tu compañía. Pienso que me ha venido muy bien tener unos ojos a los que mirar justo después de despertarme. Para mí ésto ha sido
un reto con buen resultado.

Debo vestirme, aún me quedan un montón de cosas por hacer hoy. Me vuelvo y camino hasta mi dormitorio. Sé que me has seguido, sigilosamente, aunque finjo no haberlo notado. Comienzo a ponerme la ropa, y cuando termino, me giro y no puedo evitar echarme
a reír al verte.

- A ver, ¿qué te pasa? -, pregunto sonriéndote.

Respondes moviendo la cabeza hacia un lado, lentamente. Pareces triste, tímido diría yo, y sin embargo continúas desnudo. A mí no
se me ocurre qué hacer contigo; la verdad es que hacía tiempo que no disfrutaba de una siesta como ésta y puede que la ducha no
me haya despejado lo suficiente, lo siento.

Será mejor que comas algo. Seguro que este preparado a base de atún y salmón, llamado Cat Food, te levanta el ánimo en seguida.


Francisco Cesteros — Valladolid, 15 de octubre de 2007.